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Carta de una desesperada



Lo que leerás a continuación no representa el cómo me siento ahora como persona y como mujer. Sin embargo, tal vez sí refleje el sentimiento por el cuál estás pasando o por el cual pasaste en algún momento.


En el año 2018 inicié mi relación con un muchacho apenas un año menor que yo. Esta relación me marcó y me hizo reflexionar sobre muchos aspectos en mi vida. Es fácil criticar a quien se encuentra en una relación tóxica cuando la ves desde afuera, pero cuando estás adentro, en el ojo del huracán, sientes que no tienes escapatoria, que eres demasiado diminuto para lidiar con algo tan grande, pero créeme, puedes hacerlo, si hay algo que distinga al ser humano de otras especies es su capacidad de resiliencia.


A continuación, mis pensamientos del 6 de octubre del 2019:


“Es difícil decir cómo me siento respecto a A... porque no me he sentido así antes. Difícil, aún más, explicarlo. La cuestión es que me enamoré de él de una forma muy repentina; de forma tan repentina que asusta. De la noche a la mañana se volvió alguien importante para mí. Es extraño cómo cuando hablo con cualquier viejo conocido termina preguntándome por W... y es que él es quien debería llevarse el protagónico por haber permanecido tanto tiempo junto a mí, pero no es así. Mi relación con W... se estancó en algún momento. En algún momento sentí que no podía querer a W... más de lo que lo quería, que el amor no aumentaba aunque pasara con él más tiempo, que me fijaba en otros chicos y que quería saber más sobre otros chicos. Con W... me sentía cómoda y de alguna manera feliz, pero sabía que no estaba enamorada, por esa y muchas más razones decidí que lo mejor era terminar nuestra relación. Pensé, bueno, si conozco a otros chicos y me doy cuenta de que realmente quiero estar con W..., significa que sí lo amo, pero eso no ha pasado y creo que no pasará.


Ahora está A..., prácticamente un don-nadie para la mayoría de mis amigos, que de un momento a otro ingresa a mi vida despertando cosas que ni siquiera sabía que tenía. Lo amé con tanta pasión y le di tantas cosas de mí. Cuidé de él y me preocupé por su bienestar. Cada vez que salía y tenía algo de dinero en los bolsillos pensaba “oh, se vería bien con esta camisa”, “le hace falta una mejor colonia”, “quizás le gustaría algo de comer”. Mi mente se llenó de pensamientos sobre él y en tan poco tiempo sentí que quería cuidarlo, que quería curarlo de su dolor, que quería atender sus necesidades y siempre estar ahí para él.


Sin embargo, en todo este tiempo que lo conozco nunca he podido entender sus actos y eso me frustra, porque quisiera una explicación, quisiera entender por qué me trata de la forma en la que lo hace, por qué me rechaza de una forma tan cruel. Para mí las peleas por celos, por dinero, por salir con mis amigos, las peleas en general, no tenían sentido, aun no tienen sentido para mí. Con W... esas cosas no pasaban, yo no entendía por qué alguien iba a celarme de tal manera o porque alguien iba a odiarme por haber nacido con ciertas comodidades si nunca hice algo que realmente me hiciera merecedora de tal rencor.


No entendí, ni entiendo todavía, por qué alguien, después de haberlo amado de la manera en que lo hice, me trata con tanto desprecio a veces. Quisiera entender de donde nace su necesidad de insultarme, de hacerme llorar, de meterse con las personas que son importantes para mí. Mi mente necesita una justificación porque quiere entender cómo funciona el mundo, porque si lo entiendo quizás mi mente encuentre paz. Quizás, si lo entiendo, por fin pueda dejarlo ir.


He esperado muchas veces el día en que A... me recompense por quererlo tanto. Suena tonto, lo sé, es completamente absurdo, para tirarse al suelo de la risa, pero lo he esperado. He esperado a que un día él se dé cuenta de que tiene al frente a una chica maravillosa que lo puede hacer muy feliz y que se entregará a él y solo a él en cuerpo y alma. Jamás un chico me había hecho dejar de pensar en otros chicos. Pero llegó A... y mi mente desplazó al resto. Amé cada cosa de él, su forma de hablar, su rostro ligeramente asimétrico, la mancha sobre el cuello, su olor, su aliento, sus bellos corporales, todo. Nada de él me molestaba y no creo haberme sentido así con nadie, nunca.


Mi mente ha sido un caos desde que lo conozco. Cuando estábamos bien me sentía la mujer más bendecida del mundo y cuando estábamos peleando me sentía como un pedazo de basura.


Y a pesar de los insultos y el rechazo, me alegré cada vez que él volvió a mí. Me repetía, una y otra vez, esta vez será diferente, seré mejor y él se dará cuenta y entonces seremos felices, ya no habrá peleas. Dios, me he engañado tantas veces. Pobre incrédula, eso jamás pasará. A... no vendrá por mí. No importa cuánto yo lo quiera, él solo me dejará ir.


Yo creí que valdría lo suficiente para que él me detuviera en algún momento de mi marcha para pedirme perdón y decirme que cambiaría y me amaría tanto como yo a él.


Me dije, he sido tan buena con él, lo merezco, merezco que me quiera, merezco que me respete, merezco que se obsesione con estar conmigo. ¿Qué puedo decir? He tratado de entrar en su corazón, he tratado de ser su paño de lágrimas, he intentado tantas cosas para entenderlo, mas todo ha sido un fracaso.


Mi mente funciona de una forma muy extraña. No me siento complacida cuando mi esfuerzo no da resultados. Cuando cometo errores luego intento enmendarlo. Cuando la juez de la Mesa me dijo que mis escritos eran malos, me dije a mí misma, debo hacerlo mejor, debo lograrlo, y sé que mejoré, aunque al final ella no lo haya reconocido. Así sucede con A..., pero peor, porque me sigo esforzando todavía por ser una mejor persona para él, cuando él no pone el mínimo esfuerzo en ser alguien mejor para mí. De verdad, quiero solo dejarlo ir. Primero, antes que nada, debo aceptar que él no me va a querer de la forma en la que yo quiero que me quiera y que eso no va a cambiar, aunque yo me haga mejor persona. Y segundo, debo dejar ir mi rencor.

El rencor es algo que descubrí recientemente. La única forma de ponerle un orden a mis sentimientos es pensando por qué actúo como actúo y he actuado de una forma muy tonta. Con el último rechazo recibido de parte de él sentí un enorme deseo de hacerlo sufrir. Sé que él es alguien que posiblemente ha sufrido toda la vida. Entiendo lo solo y frustrado que debe de sentirse porque sé que tiene razones para ello, pero aun así está ese deseo.


He tenido la tentación de tomar el teléfono y escribirle miles de cosas; estoy mal. Y en este punto de la escritura es tan difícil seguir escribiendo. Ahora mismo siento mucho estrés porque no creo estar expresándome de la mejor manera. En realidad, solo estoy tratando de poner orden al caos que existe en mi cabeza. Sí, mi obsesión por el orden me hace hacerme esta clase de cuestionamientos, de repasar mis actos y de comprenderlos. Solo quiero justificarme.


No me había dado cuenta en todo este tiempo que cada vez que A... entra de nuevo a mi vida y sale de manera tan esporádica me afecta y mucho. Que cada vez he acumulado más rencor hacia él. Y entonces están mis sentimientos de amor mezclados con estos sentimientos negativos que recién noto.


No sé si lo odie, pueda que así sea y simplemente no quiera reconocerlo, porque he tenido la idea de que soy alguien que no puede odiar a otras personas.


Lo cierto es que no quiero odiarlo, no quiero guardarle rencor, pero tampoco sé cómo deshacerme de él. Solo quisiera olvidarlo, pretender que jamás existió o que ya no existe, borrarlo, resetear mi mente, no lo sé.


Escribo sobre esto porque tal vez me ayude a encontrar una solución. Lo único que creo que puedo hacer es alejarlo lo más que pueda de mí, pero he caído tantas veces a sus brazos que no confió en mí lo suficiente como para no perdonarlo otra vez.


Si no detengo esos sentimientos es posible que, en algún momento, mi odio se vuelva más fuerte que mi amor por él y termine haciendo cosas de las que sé me arrepentiré después, porque ya ha pasado.


Y aquí está que lo he bloqueado para evitar seguirlo buscando y aquí está que mi mente no para de desear que me escriba. Es ridículo, no sé cuántas veces tengo que pasar por las mismas cosas. Soy tan persistente. Es bueno saber cuándo detenerse. Quiero rendirme, pero hasta ahora mi personalidad no me lo permite. Pero yo estoy deseando rendirme”.


Tres años después de esa ruptura todavía es difícil leer esta carta y no sentir ganas de llorar. Pero creo que fue lo indicado en su momento, porque la única razón por la que puedo salir adelante ahora, la única razón por la que me siento tan bien ahora, es porque vivo constantemente recordándome lo miserable que fui a su lado.


Ese recuerdo es lo que me da fuerzas para seguir con mi vida, para nunca desear volver atrás, para abrir mis brazos al futuro y a las posibilidades.


Es increíble que en ese momento me sintiera tan desesperada, como si no tuviese escapatoria. Como si fuese a recaer una y otra vez, pero no estaría compartiendo esta experiencia hoy de no ser porque mi yo del pasado tuvo la valentía de rendirse.


Todavía pienso en ese momento, en la última vez que lo vi. Entre sus muchas quejas de mí, estaba aquella en la que me recriminaba por no acostarme con él las veces que quería. Esta situación ya la expliqué en otro post que puedes leer aquí: El sexo no es lo más importante. Mi experiencia como demisexual.


Según él, había solo dos posibles explicaciones para mi conducta: o yo tenía un amante o él me daba asco. Como por fin se convenció de que la idea de serle infiel era ridícula, creyó que era lo segundo, cosa que también era impensable para mí.


Por su puesto, esto lo usó de nuevo en su favor para parecer la víctima. Yo debía esforzarme más para no hacerlo sentir como basura, aunque fuera yo la que se sintiera como tal. Yo debía demostrarle muestras de cariño y de sexo para demostrarle que no me daba asco.


Pero esa vez, cuando llegué de improviso a su casa, luego de que se negara a verme por una pelea, me sentí diferente.


Recuerdo que le llevé algo de la panadería, no recuerdo qué en concreto, no importa. Lo que importa es que yo estaba reluciente. Él estaba mugroso, acostado en su cama sin haberse bañado a pesar de que hacía mucho calor y ya era de tarde.


Me llevó a su desordenada cama y trató de convencerme de tener intimidad. Esta vez no sentí lástima cuando le dije que no. Lo miré y me pregunté si eso era lo que quería para mi vida: un marido inútil que siempre se quejara de mí y se aprovechase de mi cuerpo cada vez que se le diera la gana.


Pensé en eso y la respuesta fue clara. Por primera vez no veía al chico encantador del que alguna vez me enamoré. Al chico que olía a colonia y se vestía recatadamente. En realidad, olía mal, su boca olía mal, su cama olía mal y su aspecto era lamentable.


En cambio, yo brillaba y sigo brillando al momento de escribir este artículo.


Después de pensarlo mucho, tal vez tenía razón después de todo, él sí me daba asco.



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2 comentarios

  1. Doris, llore leyendo tu artículo.Me encontré en cada letra que escribiste, si pudiera te daría un abrazo. Puedo decirte de manera sincera que te admiro.

    Ninguna mujer, merece ser tratada así. Realmente te comprendo, esa relación fue mía también y se que de muchas otras.

    Ahora en medio de mi reflexión...pienso que las mujeres solemos poner la culpa sobre nosotras. Una cruz que llevamos a cuestas, cuando realmente muchas veces el problema no radica en uno.

    Te pregunto ¿Uno como puede recuperar su brillo, después de algo una relación así? ¿Cómo se puede salir de ese círculo vicioso?

    ¡Me encanto leerte! Te admiro mujer.
    Sigue brillando, tu luz habla por sí sola.

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    1. Sí claro, seguramente tu brillas sin darte cuenta. En realidad, siempre hemos sido luz, solo que no nos damos cuenta, porque tal vez nuestro brillo estuvo opacado mucho tiempo. Por eso, al salir de esa oscuridad (relación), notas que tu brillo es más intenso, porque antes alguien se esforzaba por ocultarlo, se esforzaba porque no te dieras cuenta de él. Saludos. Me alegra mucho compartir mi experiencia.

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