Desde hace tiempo he escuchado
críticas contra Barbie que han llamado mi atención y tendría que hacer especial referencia
a aquel comentario de que la muñeca impone a las mujeres un canon de belleza
establecido, lo que daría lugar a una conversación más larga.
Lo que me parece
curioso es que no conozco el primer caso de niñas que hayan dicho, «hey, quiero
ser igual de delgada, rubia y ojizarca que Barbie». En cambio, sí he escuchado
citas como, «quiero ser como Barbie», haciendo referencia a lo que es como
persona y no en apariencia.
En el mundo se
conocen pocos casos de mujeres que han querido parecerse a Barbie,
literalmente, para lo cual gastan millones de billetes en operaciones y dietas
estrictas, además de modestas etiquetas de comportamiento. Pero son personas
obsesivas con su apariencia y esto no se circunscribe a Barbie. Cuántas veces
no hemos escuchamos por la televisión o por internet que 'X' persona
cambió su rostro por verse más como Angelina Jolie, Kim Kardashian o Britney
Spears y hasta podríamos afirmar que estas mujeres quieren imponer un canon de
belleza a las otras, pero entonces alguien saldría en su defensa y diría que
son libres de hacer con su cuerpo lo que les plazca; y no quiero entrar a
discutir sobre quién tiene la razón.
A lo que quiero
llegar es simple, Barbie es una muñeca que fue creada para ser un juguete para
niñas, al igual que Mickey Mouse fue creado para ser una caricatura. Su
prosopografía, su etopeya y en general sus rasgos característicos son propios
de un personaje, que pudo ser de cualquier manera, pero por alguna razón su creadora la eligió así y eso puede tener algo que ver con los estereotipos
de la época o no.
Ahora bien, ¿qué
importancia tiene esto? Al parecer mucha, porque la gente prefiere centrarse en
el aspecto "adecuado" que en la personalidad de la muñeca. No he escucha al
primero que diga, «¿por qué Max Steel tiene un bronceado tan perfecto y es tan
musculoso?, Oh, eso es porque es un estereotipo de hombre perfecto». Pero de
Barbie sí y es porque tendemos a creer que la belleza o simplemente lo físico
es influyente en una heroína.
Los que critican a
Barbie lo hacen por su aspecto, pero sé que en los últimos años la marca se ha
preocupado por ser más integrativa en lo que se refiere a tipos de cuerpos,
creencias y colores, es decir, se esfuerza por complacer a sus clientes en vez
de imponerles sus gustos.
En tiempos de antaño,
cuando Disney no había cambiado su idea sobre princesas y heroínas, existía
Barbie para hacerle creer a todas las niñas, incluyéndome, que teníamos la
posibilidad de ser lo que quisiéramos ser. Y no pensábamos en ser modelos de
revistas ultrasexistas, pensábamos en ser aventureras, guerreras, hechiceras,
mujeres independientes, capaces de conquistar al mundo y no por su físico, sino
por su inteligencia y amabilidad.
Las películas de
Barbie no solo captaban la atención de chicas, sino de muchos hombres
también. Admítanlo chicos, veían Barbie en la televisión y no por acompañar a sus
hermanas, sino porque sus películas eran buenas.
En mi época nunca
soñé con ser Cenicienta, Blanca Nieves o la Bella Durmiente, tampoco soñaba con
convertirme en Barbie, sino en ser como ella y perseguir mis sueños.
Barbie era la única
mujer libre de entonces, alguien que no se avergonzaba del color rosa y que no
creía que la amabilidad fuese un signo de debilidad femenina. Se veía orgullosa
de ser quien era e inspiraba a otras jóvenes a seguir su ejemplo.
A excepción de Mulan,
las princesas Disney no me hacían sentir especial. La idea de una chica bonita
cuya máxima aventura era ser conquistada por un chico me aburría, tanto así que
mejor me imaginaba como Tarzán, aunque fuera hombre. Con Barbie no tenía esos
problemas, porque, aunque Ken estuviese en la historia, ésta siempre se
centraba en Barbie. Ella no solo se dejaba conquistar, conquistaba siendo ella
misma, no era ninguna carga, ningún objeto de admiración, ella en verdad hacía
equipo con su pareja y juntos intentaban solucionar sus problemas, tanto así
que uno no recuerda el romance, sino la aventura.
Ken siempre supo lidiar
con Barbie y nunca la degradó por ser mujer, pero Ken tampoco era menospreciado
por Barbie, aunque no fuese su héroe.
Sin embargo, en las últimas películas que ha sacado la marca vemos a un ken
desmejorado, que se ha convertido en un chico superficial, materialista y hasta algo
soso; todo esto con el fin de darle más protagonismo a Barbie, como si ella se
fuese a opacar por la presencia de un chico con personalidad más marcada.
Mattel subestima el
poder de su muñeca. Ella no necesita un niño mimado como compañero para que nos
centremos en ella, pues es capaz de hacerle frente a cualquier protagonista
masculino por más rudo que este sea. Los hombres merecen ser tomados en cuenta
en las series o películas dirigidas a niñas, merecen tener complicadas e interesantes
personalidades y mayores desarrollos en la trama.
La integración
femenina no es sinónimo de menosprecio masculino, los hombres tienen derecho a
ser lo que ellos quieran ser, al igual que Barbie.
Debo admitir que, en
algún tiempo, en el clímax de las críticas a Mattel, me daba vergüenza admitir
que veía a Barbie y que quería ser lo que yo quisiera
ser al igual que Barbie, pero siento que hemos llegado a una época en la que se
valen todo tipo de gustos y me siento capaz de hablar de lo que me gusta sin
sentirme avergonzada.
Tengo mucho que
agradecerle a Barbie, principalmente por ser mi heroína cuando no tenía un
mejor ejemplo de chica en la televisión y lo siento por las bratz, demasiado
cabezonas y delgadas más para mi gusto, sin contar sus personalidades, un tanto
superficiales y un tanto estereotipadas, y lo siento también por otras muñecas
que habrán llegado después y que no habrán llamado mi atención.
Y aunque siento que Mattel
se ha desviado un poco del tema, centrándose más en complacer al público que en
fortalecer la personalidad de su creación, creo que Barbie sigue y seguirá
inspirando a muchas niñas y niños a ser valientes y a creer en sus sueños.
Dotatodi.