Hace ya algún
tiempo que fui a comprarme unas chancletas. Iba con la idea de encontrarme unas
como las de mi papá: marca Rider, con plantilla de plástico y no de hule, como
la gran mayoría. Pregunté en varias tiendas de zapatos, pero todas me dijeron
básicamente lo mismo: Rider es marca para hombres y solo puedes encontrarlas
desde la talla 37 en adelante. Soy de pie pequeño, pero de persistencia grande,
así que seguí buscando.
La
sección de chicas seguía sin convencerme, todas eran muy llamativas, pero poco
prácticas, hechas para verse bien y no para durar. Finalmente, encontré unas
Rider de mi talla. No tenían un diseño muy “femenino”, pero eran lo que quería.
Lo
importante de esta historia no son las chanclas en sí, sino la incomodidad, o diré,
los problemas por los que tuve que pasar para encontrar un producto de calidad
en el mercado para mujeres, para que finalmente me decidiera por un
artículo destinado a hombres.
Esto no
significa que un chico o una chica deban escoger siempre los productos que
estén destinados a su género, pero, ¿por qué justamente los artículos para
chicas tienen que ser tan inútiles?
No solo
hablo del calzado, aunque allí tendría mucho campo de acción para quejarme. ¿Tacones? ¿En serio alguien necesita esas plataformas de 15 cm?,¿Acaso saben lo que estos
hermosos zapatos les hacen a nuestros pies?
Pero no,
existen muchos más productos inútiles exhibidos en nuestras tiendas favoritas.
La mayoría de ellos solo cumple con un factor para su venta: el estético.
¿Dónde queda la calidad? Como chicas, ¿no merecemos vernos bien y a la vez
sentirnos cómodas con lo que elegimos?
Allí
están esos preciosos pantalones con bolsillos de mentiras, como si jugáramos a
hacernos adultas. Qué importa si tenemos que cargar todo en nuestros bolsos de
hombros, solo nos pesan un montón y únicamente tenemos que guardar nuestras gigantescas
carteras, en las que tristemente llevamos nuestros documentos y alguno que otro
billete.
Esta potencial
inutilidad de los artículos femeninos nos lleva a implantar soluciones
creativas. Llamémosle buscar alternativas. Afortunadamente, en nuestros días
existe el internet y es gracias a él que con un clic tenemos la oportunidad de
acceder a miles de artículos que sí logran cumplir con nuestras expectativas.
La ropa, el calzado, la bisutería, todo parece posible en este universo, pero
aspectos como la distancia, la desconfianza y la desinformación nos hacen dudar,
hasta el punto de que nuestros dedos se deslizan de la palabra 'compra' a la
que dice 'agregar al carrito’'
Aún nos
falta mucho para poder descomplicarnos, para poder dejar de envidiar a los hombres,
a aquellas criaturas simples que viven en la comodidad del consumismo y que se
pasean por las tiendas con sus pantalones de veinte bolsillos y una compacta
cartera en la que guardan todo lo que necesitan.
Este no
es un artículo feminista, ni con él se pretende rechazar a nuestro género
opuesto, pero es claro para nosotras que aún nos falta un largo camino que
recorrer para de una vez por todas rechazar lo superfluo.
Si han escuchado del término 'impuesto rosa' creerán que lo que digo no es mentira. Las mujeres pagamos más por ciertos artículos que los hombres. Por ejemplo, los de aseo personal, cuando la realidad indica que debemos usar protectores diarios y toallas permanentemente. Y no porque una cuchilla sea rosa signifique que es más funcional que una cuchilla azul.
Chicas
este es un llamado a ser quejumbrosas y a intentar cosas nuevas. No esperemos el
día en que podamos ir a una entrevista con una mochila de marca o al
trabajo con nuestros elegantes shorts o a centro comercial con las manos en los bolsillos, hagámoslo una realidad.
Y tú, ¿qué experiencia has tenido con artículos inútiles? Déjalo en los comentarios.
Soy Dotatodi y me alegra poder compartir mi
opinión contigo.