Ver a Chingu amiga hablar sobre
su depresión me hizo pensar en todo el esfuerzo que hacemos a veces por ocultar
que estamos mal.
En su video, ella decía que
estaban pasando muchas cosas en su vida y que nos había hablado de todas ellas,
menos de la más importante, y eso es su salud mental.
Quisiera, querido lector, venir
hoy a convencerte de que la vida es maravillosa y de que no existen razones
para deprimirse, pero no puedo, les estaría mintiendo y eso es algo que me prometí
no hacer.
He pensado mucho en qué tipo de
artículo escribir para esta semana y me ha resultado imposible sacar alguna
idea. Simplemente no puedo, no tengo mente suficiente para pensar en algo. La verdad
es que me cuesta concentrarme y no deseo solo forzarme, porque no quiero que
escribir se convierta en un motivo de sufrimiento para mí; no esta vez.
Escribir para mí ha significado muchas
cosas, una de ellas es que me permite liberarme. Cuando era pequeña y no
conocía mi propia voz, hablaba a través de mis escritos. Era la única forma de
sentir que estaba siendo escuchada.
Si no hubiese tenido este recurso
a la mano, quizás me hubiese hundido en el desespero. Si bien, soy consciente
de que esto no reemplaza la empatía humana, la escritura sigue siendo un
refugio seguro al cual volver.
El artículo de hoy tal vez no te
interese, no estoy exponiendo un tema filosófico, existencialista o feminista
que merezca recorrer el mundo entero. Hoy soy solo la voz de una chica temerosa,
que acude a este espacio para desahogarse, al menos un poco.
Desde hace un tiempo que me
siento deprimida. Como quiera, he salido adelante y he enfrentado mi día a día
como todos los demás. Durante este tiempo, las temporadas tristes duraban
algunas semanas y luego se iban, pero siempre tenía la confianza de que mi
situación mejoraría.
Sin embargo, en los últimos tres meses
los problemas parecen haber aumentado y septiembre ha sido la gota que derramó
el vaso. No quisiera llamarlo de esa manera, pero ha sido un mes insufrible.
Me he llegado a preguntar por qué
las cosas salen mal. ¿Acaso fui mala con alguien? ¿He sido mala amiga? ¿He sido
mala hija o quizás mala hermana? Trato de pensar en si estoy pagando por algo que
hice en el pasado, porque se supone que si haces cosas buenas algo bueno te
debe pasar.
Yo sé que es una mentira, pero
quería pensar que, si era buena, tarde o temprano algo bueno vendría también. Ya
saben, la recompensa por el esfuerzo.
Solo pensé que era justo, pero no
soy yo quien determina lo que es justo. No sé quién lo determina, si Dios, el
hombre o el azar.
Si todo es cuestión de suerte,
está claro que no la tengo. Y eso es agotador, es agotador levantarse por las
mañanas y seguir optimista el resto del día cuando todo está en tu contra.
Creí que las cosas mejorarían este año, porque los años nuevos siempre te dan esperanza, pero el tiempo pasa y voy marcando los días y no siento la diferencia, no siento el cambio.
Claro, yo sí he cambiado, sé que
soy más fuerte, que he adquirido experiencia, que soy más valiente. Pero a mi
alrededor todo se siente irónicamente igual o… peor.
Agradezco esta vez contar con
alguien que me apoye y me motive, pero la desgracia que parecía perseguirme a mí,
ahora parece perseguirnos a los dos y eso me angustia, me angustia el doble.
¿Soluciones? He pensado muchas, llevo
días y noches pensando. Pero mientras más pienso más entiendo que no hay una
solución, que la solución es esperar y eso significa seguir atada al destino.
El problema es que me agoto. Hay
días en los que solo lloro. Y trato de fingir estar bien, trato de seguir mi
ritmo normal, trato de lucir fuerte, porque nadie quiere saber que estas mal, a
nadie le interesa.
Todo el mundo tiene sus propios problemas,
todo el mundo lidia con sus propias injusticias, ¿por qué alguien se interesaría
por las tuyas?
La verdad es que me he sentido
muy sola. Mi pareja está lejos, lidiando desde su rincón del mundo contra este
mal, sin saber qué hacer y yo sin saber cómo ayudarlo.
No sé qué hacer y siento
impotencia y desespero.
Tal vez la solución sea realmente
muy sencilla. Quizás estoy tan cegada por la tristeza que no puedo verla, no lo
sé. Si no puedo confiar en mi propia intuición, ¿en quién confío entonces?
Se que ya es hora de encontrar
respuestas y que, si no tengo salidas, debo crearme una, pero no es tan simple,
nadie me enseñó cómo derribar paredes.
¿Cómo se supone que me mantenga
fuerte? Si cada día me siento más incapaz.
Y entonces me pregunto, ¿debería
hablar con alguien? A veces eso funciona, pero no siempre. La gente no esta presta
a mostrarse tan compresiva, algunos desvían el tema, otros solo te llaman débil.
Quizás juzgarlo todo desde el
exterior es más fácil, pero desde mi punto de vista las cosas resultan
borrosas.
Tengo miedo. Deseo que el tiempo
avance muy rápido y a la vez me preocupa que, aunque avance rápido no conlleve
ninguna novedad.
En parte, quisiera entrar en
estado de hibernación y solo despertarme cuando las cosas hayan pasado, pero sé
que no puedo, que la yo de este presente debe lidiar sí o sí con aquello que la
afecta y resistir.
No hay otras salidas, no hay otras
palabras de consuelo que pueda usar. El mundo es cruel e injusto y yo solo debo
enfrentarme a él y confiar en que puedo.
En el intermedio, seguiré
llorando y seguiré acudiendo a la escritura para calmarme. Son los únicos dos
métodos que conozco que tienen un efecto consolador inmediato. El otro es
quizás un abrazo, pero de momento no puedo contar con eso.
Para mi ese abrazo ya no sería un
consuelo, sino mi recompensa.
Por esta razón, hoy he decidido
hablar sobre cómo me siento y decirme a mí misma: no estoy bien, pero prometo
estarlo. Y tú, ¿cómo estás el día de hoy?
Admiro tu tenacidad y te deseo toda la fuerza posible
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