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Ir solo al cine, ¿una pesadilla? Las ventajas de estar solo

 


Cuando les digo a mis amigos que me encanta ir sola al cine se me quedan viendo con cara de “pobre chica”; lo cual me hace gracia, porque la mayoría de nosotros, incluyéndome, tendemos a creer que cuando alguien está solo/a es porque no tiene a nadie en el mundo que le haga compañía.


Pero salir sola se ha vuelto parte de mi rutina y, a diferencia de lo que pudieran pensar, fue una costumbre que nació cuando todavía no me había separado de mi ex. De hecho, podría decirse que es gracias a él que comencé a disfrutar más de mi soledad.


Para continuar esta historia debería remontarme algunos años atrás, a mi adolescencia, en el momento en que trascendí de la primaria a la secundaria.


Estudié la primaria en un colegio privado con muy pocos estudiantes y con clases prácticamente personalizadas. En ese momento era muy pequeña para entender que afuera las cosas eran muy distintas. Yo vivía en una burbuja. Mis profesores me mimaban y eran muy cercanos a mis padres.


Por eso, cuando llegué a secundaria, todo me resultó impactante. Mis compañeros de clase se decuplicaron, el trato con mis nuevos docentes fue bastante brusco y mis conocimientos sobre relaciones sociales eran básicamente nulos.


Durante mucho tiempo me sentí sola, sin amigos, sin nadie que entendiera mis gustos y mi manera de pensar. Incluso hasta mi llegada a la universidad, yo todavía cargaba con los vestigios de no tener a nadie especial a quien pudiera llamar amigo.


Así fue hasta que tuve mi primer novio y su compañía y comprensión me hicieron darme cuenta de lo emocionante que es compartir tu tiempo con alguien más. Y pasó lo que tenía que pasar, terminé haciéndome muy dependiente de él, en un sentido emocional.


Por eso, al romper, me costó tanto tomar distancia, ya que no se trataba solo de mi primera relación, sino de mi primera ruptura de amistad. Se trataba de perder a mi mejor amigo y, seguramente, de volver a los años en los que me sentía sola.


Pero no fue así. El terminar con mi ex me ayudó a tomar impulso para intentar cosas por mi cuenta, por primera vez. Cosas que en solitario jamás me hubiera atrevido por miedo al qué dirán. Sin hablar de que contaba con algo más, tenía amigos, amigos que me querían a mí, en lugar de mi ex. Personas que estaban dispuestas a aceptarme tal y como soy y que me demostraban su apoyo pese a mi distanciamiento.


Sin embargo, lo que marcó un después fue pasar por una relación tóxica. Y sé que ya he hablado un poco de eso antes en otros post, pero esta vez quisiera resaltar algo muy bueno que aprendí de mi ex y eso fue estar sola.


Estar con él siempre fue estar bajo sus reglas y una de esas reglas era que, si ayer nos habíamos visto, hoy él debía descansar de mí y de esa salida. Al principio esto me molestaba y no lograba entenderlo, pero poco a poco fui yo la que empezó a tomar más distancia. Quiero decir, ¿de qué sirve tener un novio con el que no podía salir?

En mi cabeza tenía muchos planes, ir a cine, ir a nuevos restaurantes, irnos de viaje, supongo que ese tipo de cosas que siempre planeas en pareja. Pero él prefería estar en casa, ver películas o tener relaciones sexuales. Un plan económico y con diversión asegurada; para él, claro está.


Y aunque yo tenía amigos, no siempre estaban disponibles, ¿qué más podía hacer?


Oh vamos, me dije, voy a salir sola. Seguro los demás pensarán que no tengo pareja ni amigos, pero tú, en tú cabeza sabes que sí los tienes y con eso debería bastarte.


Al comienzo fueron cosas pequeñas, compras que necesitaba hacer, facturas que tenía que pagar, trámites de trabajo que no podía delegar, etc.


Claro que a veces invitaba a alguna amiga o amigo para salir y lo disfrutaba, pero en comencé a darme cuenta de algo y es que, en realidad, me gustaba salir sola.


Ya para entonces mi noviazgo estaba más que concluido, pero recordaba como él me contaba que, estando soltero, solía dar vueltas solo, ir al cine o a comer y pensé que yo también podría hacer esas cosas.


Me sentía capaz de todo, pero ir sola al cine parecía demasiado, incluso para alguien que recién comenzaba a disfrutar su soledad.


Me fui un día entre semana, cuando recién habían abierto los cines luego de la pandemia, pero no muchos se animaban a asistir todavía. Vi el estreno de Raya y el último dragón y me encantó. En el cinema solo había una pareja y yo, lo cual me ayudó a no sentirme tan incómoda.


Pero una vez la película inició la incomodidad pasó a segundo plano. En ese momento solo éramos yo y la pantalla. Podía reír sin disimulo, llorar si así lo quería y, lo mejor, tantas palomitas como quisiera.


¿Por qué me perdí de esta experiencia por tanto tiempo? Ir sola al cine ha sido una de las mejores cosas que he hecho y sé que marca el inicio de miles de aventuras que puedo vivir por mi cuenta.


Aunque la gente me mire raro y aunque algunos de mis amigos sigan pensando que es extraño, es una vivencia que repetí otras dos veces con resultados iguales y no me cabe dudas de que lo repetiría una cuarta vez o las veces que pueda.


Estar solo y tener experiencias en solitario no te hace un antisocial. Disfrutar tiempo contigo no te hace menos ávido para las relaciones sociales. No tienes por qué sentir vergüenza de disfrutar de esas pequeñas cosas. Si quieres hacer algo y no puedes porque “no tienes a nadie que te acompañe” no estás viviendo para ti, vives para otros.


No te limites, si realmente quieres ir a algún lugar ve. Obviamente y dependiendo de la actividad debes ser precavido. Pero mientras hayas cubierto esos problemas, vive tu vida haciendo las cosas que te gustan.


Uno de los problemas con los que me solía topar cuando quería ir a cine, era tener que coordinar mi tiempo y mis gustos con los gustos de otra persona. Pero no es algo que se limite al cine, también ocurre cuando voy de compras o cuando salgo en bici.


Y no es que no disfrute el tiempo con mis amigos, porque esas salidas son muy valiosas para mí. Pero, así como tengo tiempo para estas interacciones sociales, también busco tiempo para mí.


Aunque estoy sola, no me siento así, de hecho, eso me permite ser mucho más abierta a conocer nuevas personas, a entablar conversaciones con extraños con gustos similares a los míos y crear nuevas conexiones.


Salir sola me ha convertido en una observadora de mi entorno y una firme aficionada a la calma, ya que no tengo que depender del tiempo de alguien más, por lo que puedo demorarme en mi actividad el tiempo que mi cuerpo y mi mente necesitan.


Mis pasos me guían hacia los lugares que me atraen y al final del día no tengo esa sensación de frustración por no haber podido hacer algo que deseaba hacer.


Tal vez todavía no evite encontrarme con gente que me mire con lástima cuando le diga que voy al cine sola, pero definitivamente no me arrepentiré de seguirlo haciendo.





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