Como todo mito, tiene una parte cierta y una parte exagerada. De hecho, no podemos obviar que en todas las generaciones existe el tipo de persona que prefiere llevar una vida fácil, sin preocupaciones, al estilo de todo un mantenido. Sin embargo, ¿podemos afirmar que esta es la regla general en las generaciones que se están apoderando del mercado laboral?
Antes que nada, debemos partir del
hecho de que nada es estático y mucho menos lo es el dinero. A través de varios
estudios económicos se logró determinar que si bien los profesionales de la actualidad
ganan más que los profesionales del pasado también es cierto que el estilo de
vida de ahora es mucho más costoso y difícil de mantener que el de antes. Por ejemplo,
no es lo mismo adquirir una vivienda en octubre del 2021 a haberla adquirido en
octubre de 1971. Las facilidades financieras de nuestros antepasados simplemente
no se tienen a día de hoy.
Haciendo un simple ejercicio, Betty,
de la novela Betty la fea, devengaba
al comienzo de la serie dos salarios mínimos colombianos, que por ese entonces
equivalían, en los años 2000, a $444.000 pesos. Hoy en día, dos salarios
mínimos corresponden a $1.817.052 pesos. Sin embargo, si actualizamos los
primeros $444.000 pesos de abril del año 2000 a abril del 2021, estos serían
equivalentes a unos $788.488 pesos de la actualidad, es decir que estarían por
debajo del mínimo actual. Aun así, no veíamos a Betty quejarse por no poder
pagar sus deudas.
Básicamente, con $788.488 pesos de
ahora, la Betty de entonces podía tener un estilo de vida modesto, si bien no
acomodado. Pero estoy segura de que absolutamente nadie piensa que en la
actualidad se pueda mantener el mismo estilo de vida con esos $788.488 pesos.
¿Qué ocurre entonces? Si la vida era
menos costosa que ahora, pero también se devengaba menos, ¿no debería sernos más
fácil adquirir bienes y servicios hoy en día? Bueno, este estudio se los dejaré
a los economistas para enfocarme en resolver la pregunta del comienzo.
No es que los “jóvenes de ahora”
seamos necesariamente más vagos, lo que sucede es que todos tenemos en claro
una cosa: la estabilidad laboral que se ofrecía en la época de nuestros abuelos
ya no existe en la realidad.
Antes, una persona recién graduada
planeaba su vida laboral trabajando para una sola empresa hasta la fecha de su
pensión. Esta persona, que para el caso denominaremos Penélope, planeaba entrar
a una buena empresa e ir escalando desde cero hasta obtener un mejor puesto y por
ende una remuneración más alta.
Seamos francos, a día de hoy lograr
esto es casi imposible, no solo porque las empresas ya no ofrecen las mismas
facilidades para escalar, sino por otros múltiples factores: como la competitividad,
la capacidad para el cargo y los riesgos económicos, como que la empresa se
vaya a la quiebra.
Volviendo a Penélope, quien ya lleva
20 años laborando para X empresa, recibe la sorpresa de que habrá una
restructuración de la planta de empleados y que sus servicios ya no serán
requeridos. Penélope no sabe hacer otra cosa que lo mismo que ha hecho durante
20 largos años. ¿Qué hará ahora?
Nadie quiere ser Penélope, sin
embargo, casos como los de ella terminan siendo el pan de cada día.
Los que llevamos ya un tiempo en el
mercado laboral seguramente habremos tenido malas experiencias con el sistema
tradicional que nos hacen querer buscar otras opciones más llamativas y menos
estresantes. Por ejemplo, varios de nosotros, incluyéndome, nos topamos con
jefes abusivos, pagas irrisorias, imposibilidades de ascender por
inexperiencia, falta de estabilidad laboral, entre otras.
Todos estos fracasos laborales nos han
generado frustración y no por el hecho de que menospreciemos el trabajo, sino
porque teníamos la expectativa de que al graduarnos como profesionales y obtener
un título lograríamos llegar más lejos que nuestros padres. Esa era la idea,
que el sacrificio y el esfuerzo en nuestros años académicos valiesen la pena. Pero
lo cierto es que en la realidad, un no titulado puede devengar igual o mejor
que un titulado haciendo las mismas cosas y tal vez sin tanto esfuerzo.
Darnos cuenta de eso nos abrió los
ojos a la realidad: tener un título no te garantiza un buen trabajo. Por otro lado, consideramos que estresarse tanto por un empleo mal pago, un jefe
abusivo y una carga de trabajo extenuante no vale la pena si existen otras
formas de trabajo con mejores condiciones.
Pero, ¿dónde conseguir ese trabajo? Gracias a las conexiones generadas por el internet tenemos acceso a la vida privada de muchas personas, en especial, de personas que han tenido el éxito que tanto buscamos. Entonces, comenzamos a pensar en cómo hizo esta persona para lograr las cosas que nosotros queremos y la respuesta vino de la mano de una palabra: emprendimiento.
Pueda que esta sea la carrera destinada
para las generaciones futuras, pero por lo pronto hasta ahora comienza a
extenderse como una forma de trabajo más o menos aceptada entre las jóvenes
generaciones, pero falta un tiempo todavía para conocer su verdadero impacto.
Sin embargo, a simple vista, acudir a
las redes sociales como una forma de emprendimiento independiente nos ha
demostrado, al menos hasta ahora, que en efecto, existen formas de trabajo que
nos permiten lograr el éxito por vías distintas a las tradicionales, evitándonos situaciones como el estrés, la falta de tiempo y las
dificultades económicas.
Esta, como se habrán dado cuenta, es
una discusión extensa e interesante y da para escribir muchos artículos al
respecto, como contestar a la pregunta de si estas formas de trabajo no le
están restando quizás la importancia que se merecen el estudio y la
capacitación, al menos como creencia popular.
Lo único cierto es que me resulta cada
vez más común encontrar a mis compañeros de universidad, profesionales de
derecho, con especializaciones y maestrías encima, vendiendo ropa, maquillaje y
otros artículos por internet, es decir, emprendiendo.
Esto se debe tal vez a la precaria
situación económica del país y la pandemia que sí o sí nos ha hecho voltear la
vista hacia la obtención de ingresos por medio del internet; lo cual equiparo
en términos tecnológicos al “rebusque” del que los colombianos hacemos alarde. O
pueda que se deba a algo mucho más grande como la adaptabilidad hacia lo que en
un futuro será la fuente laboral más grande en el mundo.
En todo caso, ni siquiera las viejas generaciones pueden evitar sentirse atraídas por estas formas de ingreso y al menos, en el caso de Penélope, esta ha descubierto que puede aprender a tejer viendo vídeos en YouTube y lleva ya un tiempo vendiendo gorros de lana por Instagram.
En ese sentido, puedo decir que las
nuevas generaciones no somos menos trabajadoras que las anteriores, sino que
tenemos y aspiramos a tener modalidades de trabajo distintas que, a diferencia
de las tradicionales, si nos pueden garantizar el éxito.